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Pepe Rubianes, esquina Juan de Borbón

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Pepe Rubianes ya tiene calle y se la toma al Almirante Cervera, un militar que combatió en la guerra de Cuba. Se trata de una de las arterias principales de la Barceloneta, llena de locales de restauración y comercios, y donde el humorista, siempre crítico y mordaz con la monarquía y los fachas, había vivido, coincidencia irónica, en la esquina con el Paseo Juan de Borbón, abuelo del actual rey. Militares y Borbones acompañaban a Rubianes en vida y ahora, en su homenaje póstumo, un Borbón se le queda de vecino, al menos por el momento hasta que algún cambio en el nomenclátor de la ciudad le destrone de su ubicación. Su calle se hizo oficial el domingo en un acto en el que amigos y políticos el recordaban libre y sin censuras en un contexto cada día más represivo.

–Y el Pepe era gallego? –le pregunta, sorprendida, una vecina a la amiga que la acompaña, que de vez verlo por el barrio ya lo hacía aquí.

La amiga responde con un encogimiento de hombros, atenta al discurso de la hermana del monologuista, Carmen Rubianes, que es el primero de muchos. Mudadas con falda y blusa en conjunto, hoy ellas conjuntamente con otras vecinas, así como muchos amigos y conocidos del actor, han venido a celebrar la inauguración de la calle de Pepe, en la Barceloneta.

Detrás de la multitud que ocupa el espacio de la celebración, allí donde se encuentran la recién estrenada calle Pepe Rubianes y la playa, está Francisco, que con un sombrero de copa negro y un gran puro que no para de humear, se mira el espectáculo de lejos, como de pasada.

–No lo conocí a Pepe, pero era transgresor y eso a mí me gusta –admite, para después añadir que a él, sin embargo, le da igual el cambio, en un tono dudoso que parece decir algo más. Mientras hablamos, su mujer, cogida fuertemente de su brazo, le mira –nos mira– con cierto recelo, como si el hecho de preguntar sobre el cambio de nombre de la calle tuviera trampa.

Desde el domingo 15 de abril, ya es oficial que Pepe Rubianes tiene una calle para él solo. El irreverente actor y monologuista, autodefinido como galaico-catalán y de lenguaje directo y satírico, para quien la autocensura era absurda y hacía sonrojar al público con un lenguaje por él descrito como “sucio y soez” –aún lo hace cuando remiro monólogos míticos como el de Rubianes solamente–, tendrá una calle, y no de las pequeñas, en el barrio de la Barceloneta. Y aunque ya hace nueve años que un cáncer de pulmón se lo llevó, su memoria permanecerá presente en las placas de una vía que diariamente es transitada por miles de personas, muchas de ellas, y más ahora que viene el calor, extranjeras que, sin saber quién era, lo leerán para orientarse y encontrar el rumbo.

 

Amigos, amigas y familia de Rubianes –sus “viudas”– recuerdan a su querido Pepe e intentan poner palabras a los pensamientos y opiniones que el humorista tendría en el presente. © HELENA ROURA

 

Con la irrupción de Pepe, la calle Almirante Cervera desaparecerá del nomenclátor de Barcelona. El Almirante, de nombre Pascual, fue un militar de la Armada española que combatió en la guerra de Cuba a finales de siglo en el llamado Desastre del 98. En Cuba es considerado un héroe e, incluso, en La Habana y en Santiago hay bustos de él. Algunos descendientes del militar han mostrado su oposición al cambio, ya sea con cartas a medios de comunicación o en el Ayuntamiento de Barcelona. Sin embargo, el extenso árbol genealógico de los Cervera permite la disidencia. Uno de sus tataranietos, Guillermo Cervera, fotógrafo y fotoperiodista –ha viajado por las guerras del mundo con Plàcid Garcia-Planas para La Vanguardia, se encuentra en las Bahamas, donde acaba de terminar un reportaje sobre la historia de su antepasado en Cuba.

–A mí me la suda la historia, yo soy apolítico, me da igual –confiesa, con un tono entre soberbio y bromista–. Pero el domingo tómate algo en mí honor. ¡Ésta en honor de Guillermo Cervera! –me dice riendo, antes de colgar.

El sol despampanante del domingo invita a desayunar en una terraza cerca de la playa, porque el acto comienza temprano. Desde pasadas las diez de la mañana, el espacio donde se celebra la inauguración de la nueva calle de Pepe Rubianes no para de llenarse. El acto se enmarca dentro de la celebración de la Primavera Republicana por parte del Ayuntamiento de Barcelona, con actividades que buscan enaltecer los valores republicanos. Su proximidad a la playa –se celebra en el extremo oeste de la calle– y un cielo sin nubes facilitan que la afluencia de gente no pare.

What happens? –pregunta, ausente pero con la mirada fija en el escenario, un chico vestido con bermudas y camiseta corta, con una taza azul de pequeñas flores blancas en la mano, que se ha acercado desde la playa.

Su pregunta lanzada al aire, que no recibe respuesta de ningún vecino –acostumbrados como están a la presencia de los turistas– se va repitiendo por muchos que se acercan a la fiesta. Hay bastantes turistas pero también vecinas de Barcelona, que de paseo por el barrio marinero se enteran del cambio, algunas con una sonrisa, otras poniendo prisa a la pareja para alejarese de esta “tontería”.

 

Entre el público asistente hay algunos lazos amarillos y prendas de vestir del mismo color en señal de protesta por los presos políticos catalanes. También otros reclamos por la libertad de expresión. © HELENA ROURA

 

La noticia de la sustitución del nombre de la calle ha provocado diversidad de reacciones. Natalia, que trabaja en un edificio de la calle Pepe Rubianes, ya ha cambiado la dirección en su mail y lo explica contenta y orgullosa. Otros vecinos, sin embargo, se quejan de que Pepe no hizo nada por el barrio, mientras que otros, que lo recuerdan, están muy contentos del reconocimiento. También hay vecinas que no sabían, hasta que alguien se lo ha pedido u hoy han encontrado la fiesta cuando han salido de casa, que la calle cambiaba de nombre.

En el consejo de barrio de abril, que ha coincidido con la semana de la inauguración, el cambio de denominación de la calle no se ha comentado mucho. Las vecinas de la Barceloneta tienen otras preocupaciones:

–El de los pisos turísticos continúa, que hoy he entrado en Airbnb y había más de 70 en la Barceloneta, ¡y este año tiene pinta que esto será otra vez un despiporre! –exclama un vecino con un tono in crescendo, cada vez más enojado.

–Pues yo soy paradista y estoy harta que me meen y vomiten al lado de la parada… Que suerte tengo con las que rocían con la manguera, que por la mañana les pido que me limpien la parada –toma la palabra una mujer sentada en la segunda fila, entre enfadada y triste.

–Pues yo estoy harta de los negritos del top manta, que no hacemos ni un euro, como sea así tendré que cerrar y estoy sola con una niña… ¿Me vais a dar vosotros trabajo de agente de proximidad? –se queja una paradista, que termina la intervención emocionada.

El tema de la calle de Pepe Rubianes sólo ha surgido con el comentario de una de las vecinas pidiendo procesos participativos: que el cambio de los nombres de las calles se consulte con el vecindario a partir de ahora, dado que por normativa no hay que hacerlo.

El proceso para cambiar de nombre una calle comienza con una recogida de firmas a favor de la modificación que presenta alguien de manera individual o un grupo de personas. Después pasa por la ponencia del nomenclátor y la alcaldesa le da el visto bueno, aunque en el caso de Pepe Rubianes se aprobó en el pleno del distrito. La mayoría de los partidos (Barcelona en Común, ERC, PSC, PDeCat y la CUP) votaron a favor del cambio, a excepción del PP y Ciutadans, que se quejaban del coste que supondría el cambio para las vecinas y los comercios y pedían que se buscara un lugar nuevo sin nombre.

 

Joan Manuel Serrat emociona al público con Seria fantàstic: “Seria tot un detall, tot un símptoma d’urbanitat, que no perdessin sempre els mateixos i que heretessin els desheretats”. © HELENA ROURA

 

Esta disparidad de opiniones entre los partidos no se ve en el consejo de barrio, donde encontramos los consejeros de Ciutat Vella del PDeCAT, ERC y Ciutadans participando en un triángulo de confidencias y risas durante toda la sesión, ubicados al final de la sala.

–Soy pacifista, y el cambio de nombre de un militar a uno de la farándula me parece genial –dice, contento y expresivo, César Martínez, el consejero del PDeCat–. Ahora bien, ella no sé qué opina… –añade mientras señala, socarrón, la representante de Ciudadanos, Julia Barea, que responde de perfil, mientras recoge la bolsa para marcharse.

–Yo sólo digo que si se cambia una calle habrá que cambiar los de toda la ciudad y eso no parará nunca… Pero es mi opinión personal, eh! –comenta con un gesto de quitar importancia al tema, para luego añadir que no podrá ir a la inauguración del domingo porque “tengo un acto de partido, pero, sino, iba”.

“Es conocida la posición del PP y Ciudadanos de no remover nada, de no tocar una particular memoria de la ciudad, la de los triunfadores, y nuestro espíritu está en reequilibrar el nomenclátor, que esta plegado de santos y hombres”, reflexiona el Ferran Caymel, consejero del barrio por Barcelona en comú. “El Pepe es un hombre, pero hemos cambiado un militar por una persona que hizo mucho por la libertad de expresión”.

El proceso para llegar al cambio de nombre ha sido largo y así lo recuerda Ricard Vinyes, comisionado de programas de memoria. “Cuando llegué había otorgado un plan, que era lo que había en el triángulo del final de la calle Viladomat con el Paralelo, y entonces hablando tanto con la familia como con “las viudas” de Rubianes, planteamos la posibilidad que fuera en la Barceloneta. Y ahora quizás diré una tontería, pero el Rubianes tiene un cierto aire de Barceloneta”.
Esto mismo defendían “las viudas” del Pepe, el grupo de amigos del humorista que velan por su memoria, todos ellos presentes en la inauguración a excepción de Carles Flavià, que murió hace dos años y por quien han reclamado, aprovechando el acto, que le den una calle; quizá el Paseo Juan de Borbón, para estar cerca de su amigo y, de paso, evitarle convivir con un monarca.

 

Vecinas, políticos y periodistas se amontonan para obtener la mejor foto de la nueva placa de la calle de Pepe Rubianes, recién inaugurada. La luz cenital del mediodía no perdona. © HELENA ROURA

 

Entre las viudas, encontramos a Joan Manuel Serrat, que ha participado en el acto con la canción Seria fantàstic. “Con todo el proceso independentista, ha habido comentarios desagradables por redes sociales y, en particular, a la hermana de Pepe, en referencia a que en Serrat no debería estar y no se le debería permitir participar”, comenta Ferran Caymel, consejero del barrio. “Esto sabe particularmente grave porque eran amigos y no tiene sentido entrar en estas consideraciones cuando se está haciendo un homenaje a una persona como el Pepe”.

Mientras tanto, desde el escenario, Serrat recuerda aquello de “seria fantàstic no passar per l’embut, que tot fos com és manat i ningú no manés”. Y los presentes lo escuchamos, inmersos en un silencio emocionante que acaba estallando en un aplauso sin fisuras. Como lo que, desde allí donde sea, Rubianes seguro que le haría mientras recuerda aquello de “la opinión se como el culo: todo el mundo tiene una”.

También el Pare Manel, una de las viudas de Pepe y presente en la lista de Junts por Catalunya, resta importancia a las críticas. “Cada uno puede opinar lo que quiera, nosotros tratamos de ser democráticos. Otros no lo son: si opinas diferentes eres terrorista. Pero yo respeto todas las opiniones”. Pepe Rubianes y Carles Flavià iniciaron el festival Guanyat el cel amb el Pare Manel, que anualmente recoge dinero para su fundación dedicada a las personas en riesgo de exclusión social.

Con este ruido de fondo, el acto de inauguración de la calle se ha avanzado para que no coincida con la manifestación unitaria organizada por el Espacio para la Convivencia y la Democracia y apoyada por el partido de los comunes. El acto ha contado con multitud de lazos y bufandas amarillas, así como con una estelada que, a medida que llegaba más y más gente, ha ido quedando escondida, todos ellos símbolos que se han visto reforzados por algunos de los parlamentos. Uno de los más aplaudidos fue el del actor Francesc Orella –“Ese es el Merlín de la TV3”, exclama una mujer cerca de mí–, que ha nombrado aquella “puta unidad de España” que tanto nos recuerda al Pepe.

Cuando el acto casi llega a su fin, la alcaldesa, la hermana del actor y algunas de las viudas corren la cortinilla que ocultaba la placa de la calle, partida en dos por la sombra del balcón provocada por la luz cenital del mediodía. El efecto ha dificultado al numeroso público perpetuar el momento en sus móviles, que se removían buscando el mejor ángulo. Tras la foto, enseguida ha comenzado la dispersión de políticos y asistentes calle allá, muchos de ellos hacia una manifestación que reclama lo que Rubianes utilizaba sin miramientos ni cumplidos: la libertad de expresión. En una época de censuras y represión, su hermana la ha recordado mientras se preguntaba dónde estaría hoy si estuviera vivo, en una fotografía disfrazado de presidiario.

 

Esquina de Pepe Rubianes con Juan de Borbón. Bufón y rey, de lado en una placa. © HELENA ROURA

 

Mientras nos vamos, nos cruzamos con los vecinos de la calle del Pepe, todos hombres: militares, santos, un propietario y un cronista, acompañados de ciudades costeras y de algunas calles relacionados con el mar. Los miro y pienso que la falta de nombres de mujer en las calles forma parte del raquítico 7% que hay en toda Barcelona. Con lo que le gustaban las mujeres y el Pepe no tendrá ningún cerca. Se deberá conformar con vecinas y turistas y, tal vez, las propietarias de los restaurante La Cepa y La Malandrina, o la panadera de la pequeña panadería que hay al final de la calle. Porque el resto de comercios que ocupan su calle –tiendas de recuerdos para los turistas, como Kaprichos o La Pampa, de productos electrónicos (Soni Club o Barna Electronic), La Cazuela, de comida para llevar, pequeños supermercados como el King ‘s, el Apartment Barcelona de alquiler de pisos y restaurantes como el Salamanca– están regentados, en su mayoría, por hombres.

Su vecino más importante, sin embargo, es el gran Paseo de Juan de Borbón, padre del rey Juan Carlos I y abuelo de Felipe VI. Desde hace años, asociaciones de vecinos y la Asamblea Nacional Catalana piden que se le devuelva su antiguo nombre, Paseo Nacional, que tuvo desde mediados del siglo XIX hasta que, en 1993, el alcalde Pasqual Maragall lo cambió. Otros vecinos más pequeños del Pepe son militares, como el Almirante Churruca, o antiguos capitanes generales de Cataluña, como el Conde de Santa Clara, que lo fue a principios del siglo XIX, o la calle de Meer, en referencia a Ramón de Meer, que fue capitán a mediados del siglo XIX.

Por la calle Pepe Rubianes el tráfico de turistas no se detiene, mientras algunos de ellos, perdidos, comparan su móvil con un nombre que aún no existe en el nomenclátor global que nos guía a todas, bendito Google Maps, donde todavía sale la calle Almirall Cervera [a día 20 de abril, pervive Cervera]. Mientras Pepe Rubianes espera el cambio rodeado de militares, tal vez sí que, como recordaba el humorista Andreu Buenafuente durante el acto, les diría lo que quería que pusiesen en su epitafio: “Que os den por el culo a todos”.

 

Edición textual a cargo de Catalina Gayà
Edición gráfica a cargo de Estefania Bedmar
Traducido al castellano por Gerardo Santos

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