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Los silencios de los atentados, medio año después

— La integración, la construcción del 'nosotros' y la alteridad y la presencia innegable de islamofobia en Catalunya son debates que han quedado desplazados, el duelo se centró en dos ejes: el policial y el político

— Un informe del CIDOB considera que se ha pasado página “extremadamente rápido” de los atentados de Barcelona y Cambrils, y apunta que la actualidad política no es el único motivo

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Hacía mucho calor, y los mosquitos se pusieron las botas aquel día. Viñedos infinitos, un paso a nivel y una carretera secundaria de estas que te ponen en un apuro si te encuentras un coche de cara. A parte de esto, sol. El cordón policial estaba a unos 300 metros de la furgoneta blanca rodeada de coches de policía que indicaba el lugar de los hechos, y decenas de periodistas achinaban los ojos para enfocar y poder ver algo. Younes Abouyaaqoub, autor del atropello masivo en las Ramblas que causó la muerte de 13 personas e hirió a más de 100, había sido abatido –siempre abatido– por dos agentes de los Mossos d’Esquadra. Aquel día, 21 de agosto y a aquella hora, 15:30, terminaba, con su muerte, la persecución policial a un chico de 21 años que se había alargado casi 100 horas. El consejero de interior Joaquim Forn i el major de los Mossos Josep Lluís Trapero daban por “desarticulada”, en rueda de prensa, (por la muerte de todos sus integrantes) la célula terrorista de Ripoll. Después, silencio. Y más silencio.

Medio año más tarde, el CIDOB publica un informe en el que considera que Catalunya ha pasado página “extremadamente rápido” de los atentados de Barcelona y Cambrils. ¿El proceso independentista y las semanas convulsas de septiembre y octubre a nivel político-parlamentario son la única explicación? A partir de la opinión de expertos y responsables públicos en la presentación de este mismo informe, recogemos algunas ideas para reflexionar, no para dar respuesta, a estas preguntas.

Debate mediático y apropiación del duelo

La Plaza Catalunya y las Ramblas estaban en silencio. Grupos de personas escribían mensajes de ánimo y pésame a las víctimas y sus familiares, reclamaban una sociedad tolerante y libre, y el mosaico de Miró se convirtió progresivamente en un mausoleo, con altares improvisados en los sitios donde las víctimas fueron atropelladas. El día 18 de agosto, justo cuando hacía 24 horas del atentado, el dolor de la ciudad parecía sincero, iba a cámara lenta, la velocidad con la que se asimilan las pérdidas. Reinaba un ambiente de respeto. Al cabo de unas horas, cuando comenzó a caer la noche, todo era ruido. Stories en las redes sociales, estrellas de televisión haciendo directos y sonriendo para hacerse selfies con sus fans, de nuevo sirenas de la policía en algún susto puntual: siempre que una persona empezaba a correr por el motivo que fuera, se creaba un efecto rebote que generaba momentos de tensión, gritos, miedo a otro atentado. La tercera vez que sucedió la policía ya se lo miró sin inmutarse, consciente de la ausencia de peligro real. Muñecos de Doraemon, camisetas del Barça, frases sacadas de libros de coaching. Banderas de España, estelades, de la Unión Europea, de muchísimos países. Personas vendiendo potenciales ofrendas. ¿Que se asimilara así el duelo en el escenario del ataque nos de una idea de cómo lo asimiló la sociedad catalana haciendo suyas las variables y adaptándolas a la realidad del momento?

–Que en Catalunya no se abrieran ciertos debates después del 17-A ya es una respuesta en sí. Hay miedo a abrir una caja de pandora, a hablar sobre cosas que nos dan miedo. La gente gritaba no tic por [no tengo miedo], pero no es verdad.

Blanca Garcés lanza una mirada inquisitiva al público del CIDOB después de esta afirmación. El día posterior al ataque confluyeron dos grandes mensajes: por un lado el no tinc por espontáneo que entonó una plaza Catalunya conmovida por lo sucedido hacía unas horas a unos pocos metros. No obstante, como si el debate mediático necesitara, igual que la ciudad, hacerse suyo el duelo, las referencias políticas fueron inmediatas y llenaron la boca y la pluma de opinólogos, tertulianos y columnistas.

El día después de los atentados, en la edición impresa de El País, su editorial apuntaba que “desde el gobierno, el Parlament o los movimientos por la independencia han hecho de la quimera secesionista la única actividad de la agenda política catalana de los últimos años. […] Es hora que los gobernantes de nuestro país se pongan a trabajar en beneficio de los auténticos y principales intereses de los ciudadanos”. De la misma forma, en el minuto de silencio de Plaza Catalunya, a parte del no tinc por, también se vieron estelades y banderas españolas, y se pitó a Felipe VI. Algunos argumentan que sus negocios armamentísticos con Arabia Saudí no eran compatibles con el duelo de los atentados. La propia Garcés suscribe que el foco no se puso, en ningún caso, en el debate social: “La mayoría de los debates en los días posteriores a los atentados se centraron en la seguridad y el eje nacional, sobre todo en el papel de los Mossos, que se interpretó desde un punto de vista mucho más político que técnico”. Un ejemplo de cómo el debate mediático absorbió los atentados terroristas y se los llevó a su terreno, al fango político-parlamentario que hace años que dura.

Más tarde, la poca coordinación entre administraciones se ha usado como arma arrojadiza en debates parlamentarios, sobretodo después que se supiera que el imán de Ripoll fue confidente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Los políticos ocuparon la fila 0 en la concentración del día 18 pero no en la del día 26, entonces el Ayuntamiento se esforzó en ceder el protagonismo a policías, cuerpos de emergencia y sanitarios que se encargaron de las curas durante el atentado.

 

© Carles Palacio

 

En el turno abierto de preguntas de la presentación del informe del CIDOB, el secretario de inmigración de la Generalitat –y hombre fuerte de ERC– Oriol Amorós, remarca que los discursos de Puigdemont, Junqueras y Colau previnieron una avalancha de reacciones xenófobas. También resalta que por culpa del 155 no se han podido establecer nuevas políticas migratorias, y se felicita por la reacción de la sociedad catalana, que considera alejada de discursos racistas. Y se dirige a la activista Míriam Hatibi, presente en el acto, para decirle en tono solemne: “que salieras en el 3/24 [el canal de noticias 24h de TV3] diciendo lo que dijiste fue muy importante.”

Hatibi salió en TV3 la noche de los atentados a explicar que la religión musulmana no es violenta, que el yihadismo es una rama extremista y violenta del islam, y dio visibilidad a una comunidad de la que todo el mundo habla pero a la que nadie da voz. Su catalán perfecto sumado a su velo islámico le supuso una lluvia de elogios, que ella misma considera paternalistas: “Hay unos cánones culturales poco flexibles, parece que tengas que ser de una forma concreta para tener la aprobación de la sociedad. Integrarse es sentirse parte de la sociedad y que la sociedad te acepte como suya. Que te digan que hablas bien catalán es excluirte, dar por supuesto que es raro que un musulmán hable bien catalán”.

 

Identitad y pertenencia

“Estaban integrados. Iban a la escuela pública, hablaban catalán, alguno tenía novia. Hacían deporte, trabajaban…”. Jordi Munell, alcalde de Ripoll por CiU.

“Sí, nosotros nos hemos criado aquí y no tenemos problemas de convivencia. Pero siempre somos y seremos los moros. En el colegio eramos los moros y las chicas no querían salir con nosotros. Y la gente mayor se piensa que vendemos hachís”. Anónimo, primo de uno de los terroristas.

La integración es el gran campo de batalla de todas las políticas de inmigración: todo el mundo se quiere apropiar la palabra y la quiere como horizonte cercano. Lola López, comisionada de inmigración del Ayuntamiento de Barcelona, cree que es un error pensar que los adolescentes de Ripoll estaban integrados porque tenían trabajo y hablaban en catalán: “No podemos reducirlo todo a una idea económica, académica y de lengua. Nos equivocamos en la forma de medir la exclusión y la inclusión social, y nos olvidamos de dos ideas muy importantes: la de identidad y la del sentimiento de pertenencia”.

De este sentimiento de pertenencia se derivan tópicos muy extendidos: quien no se integra es porque no quiere, por falta de esfuerzo o voluntad. Según la investigadora del CIDOB Blanca Garcés, la integración tiene tres ramas que dependen de tres actores distintos: la legal, que depende del estado, la socioeconómica, que depende del mercado y del estado, y la de pertenencia, que depende del estado-nación y del nosotros. Lola López remarca que el sentimento de pertenencia no es unidireccional, que si alguien se siente de un país o una ciudad pero el país o la ciudad no le aceptan no hay integración, ni identidad, ni pertenencia. “Básicamente, un recién llegado tiene que demostrar continuamente que es buena persona aunque venga de fuera. Nunca se habla del papel y la responsabilidad de la sociedad presuntamente integradora”, asegura.

 

© Carles Palacio

 

La islamofóbia y las víctimas

Las redes seguían al rojo vivo y a cada segundo salía una nueva especulación, una nueva teoria, un detalle más sobre los jóvenes de Ripoll. De repente, los timelines se inundaron con una imagen nueva. Un primerísimo primer plano, con la cara llena de sangre, la nariz inflamada, el cuello lleno de heridas y los labios desproporcionadamente grandes. Alguien que formaba parte de los cuerpos policiales difundió esta imagen que muchos medios de comunicación reproducieron. Younes Abouyaaqoub, muerto. 21 de agosto de 2017.

”No parece que las víctimas fuesen los muertos de la Rambla, citados solo una vez, sino los magrabíes de Ripoll”. Antoni Puigverd, La Vanguardia.

“La mayoría de musulmanes no practican el terrorismo, son una minoría, pero el islam es la única religión que mata en nombre de dios. […] Aquí no hay islamofobia, lo que hay son unos señores que han venido a aprovecharse de nuestro sistema. Xavier García Albiol, líder del PP catalán, Els Matins de TV3.

El investigador Jordi Moreras protesta: sólo le llaman cuando hay bombas y muertos. Lamenta que los musulmanes solo ineresen cuando hay conflicto. El coordinador del informe sobre los atentados Mousse Bourekba suscribe: “El desconocimiento teológico sobre el islam propicia que sea fácil enquistar mensajes simples y sesgados que al final son mentira”. Añade que la idea de islamismo radical ya es en sí misma una trampa del lenguaje, ya que da la percepción que si eres demasiado musulmán y practicas tu religión con demasiada intensidad puedes acabar convertido en terrorista. Prefiere usar el término “islam violento radicalizado”.

La construcción de un nosotros exclusivo que desplaza la alteridad y crea una geografía del mal –en palabras de Morera– fue una de las reacciones mediáticas más extendidas, ejemplificadas en las palabras de Puigverd y Albiol.

Parece absurdo hablar de integración cuando se resalta de esta forma que los adolescentes de Ripoll no pertenecían a la sociedad catalana (Puigverd dice “magrebíes”, Albiol dice que vienen a aprovecharse del sistema), si vemos lo que se desprende de estas dos citas. La alcaldesa de Barcelona Ada Colau criticó la “infinita crueldad de aquellos que deshumanizan adolescentes y les convierten en asesinos”, y la filósofa Marina Garcés, en el pregón de la fiesta de la Mercè de la capital catalana, lamentó la “ausencia de las víctimas de los atentados y también de los jóvenes de Ripoll, que nunca sabremos si querían morir matando tal y como hicieron”.

De estas ideas se destilan nuevos debates que, como muchos otros, se han quedado a la intemperie. Saliendo de la sede del CIDOB, en el Raval, después de la presentación del informe, las Ramblas están como siempre. Es lunes, llueve, los restaurantes intentan atraer turistas, los vendedores ambulantes ofrecen paraguas, hay trabajadores fumando que buscan cobijo bajo los balcones. Esta calle parece vivir ajena a las preguntas y los silencios de fondo que se desprenden de aquel 17 de agosto. Las Ramblas parecen no alterarse ante estos interrogantes, y tal y como escribía Enric González en El Mundo el día después de los atentados, este medio kilómetro de calle concentra la esencia entera de Barcelona y es en sí un oxímoron: mística y reaccionaria, racional e incomprendida, golfa y alegre. Ajena a los silencios generados después de uno de los peores episodios que le ha tocado vivir.

Edición a cargo de Yeray S.Iborra
Traducido al castellano por Oriol Soler
Corrección a cargo de Gerardo Santos
Edición fotográfica a cargo de Estefania Bedmar

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