Magazine

Nuevas formas de habitar

El Patio 27

— Después de 36 años viviendo en viviendas precarias e insalubres, los vecinos del Camí de la Cadena han sido desalojados

— Ahora, aunque viven en pisos en condiciones, no pueden afrontar el pago de los alquileres y las facturas de suministros

Tweet about this on TwitterShare on Facebook0Google+0Share on LinkedIn0

Laila Carchaf ha cambiado el ruido por el silencio, las goteras por los techos bien aislados y los bichos y las ratas por una batería de pequeños cubos donde selecciona los residuos domésticos. Sin embargo, Laila ha cambiado su habitual sonrisa por breves, pero profundos, llantos de angustia. Antes dormía plácidamente en su humilde habitación y ahora, sobre su colchón recién estrenado y rodeada de paredes  perfectamente pintadas de blanco, las noches son más oscuras y largas que nunca.

Tras 36 años viviendo en las chabolas del Camí de la Cadena, en el barrio de La Bordeta de Barcelona, el pasado 9 de mayo, Laila y sus vecinos fueron desalojados de sus casas por funcionarios del Ayuntamiento. Aquel mismo día, firmaron el contrato de alquiler de una vivienda nueva en el mismo barrio, a continuación recibieron las llaves del piso y
seguidamente realizaron el traslado. Aquel mismo día tan deseado, sin embargo, Laila no podía imaginar que en lugar de mejorar, su vida se complicaría muchísimo: “Nos precipitamos al firmar los contratos —dice Laila, arrepentida— , pero nos presionaron
diciéndonos que si no firmábamos, dejaríamos de tener derecho a un piso nuevo de alquiler”.

 

 

Las chabolas del Camí de la Cadena tienen su origen en la Exposición Universal de Barcelona de 1929, cuando los trabajadores que participaron en la construcción de los nuevos recintos, remodelación de la plaza España, etc. levantaron un barrio de viviendas precarias de autoconstrucción, tal como se hizo en otros lugares de la montaña de Montjuïc.

Aquellas casas acogieron a diferentes generaciones de inmigrantes españoles durante el siglo XX, hasta que en el año 1971 llegó un marroquí, Dris Carchaf, padre de Laila, que consiguió un contrato de alquiler para vivir en una de las chabolas. Un tiempo después trajo a su mujer e hijos. A partir de entonces, otros magrebíes, y también gitanos, fueron llegando al barrio.

Había un grupo concreto de chabolas que estaban construidas alrededor de una placita, un pequeño patio que compartían todos los vecinos. En la fachada que daba al Camí de la Cadena, había una baldosa en que se podía leer “Patio 27”. Más allá de la puerta, al lado de la cual estaban los timbres para llamar a cada una de las chabolas, un pasillo descubierto daba acceso al patio. Hace años que la baldosa, la puerta y los timbres han desaparecido. Ahora se puede leer “Patio 27” en letras manuscritas con pintura roja donde antes estaba la baldosa. Muy pronto la empresa de obras y servicios Hercal acabará la demolición de esta zona [ los derribos ya se han iniciado] y el patio y las chabolas desaparecerán para siempre.

 

 

Laila se emociona cuando recuerda el aspecto que tenía el patio en los viejos tiempos:
“El patio estaba cubierto por una parra muy grande que daba muchos racimos y una sombra muy buena. Recuerdo como mi padre cogía las uvas. ¡Qué ricas estaban! En el año 74, mi hermano plantó una palmera que se hizo enorme. En el centro del patio había un lavadero con agua corriente y quien quería podía lavar allí la ropa. Entonces, a principios de los años 80, vivían doce familias, o sea que seríamos unas 60 personas. Teníamos un bar y la mezquita más antigua construida en tiempos modernos en Barcelona. Todos teníamos nuestro huerto y todos nos ayudábamos con los niños si se ponían enfermos o simplemente había que cuidar de ellos. Compartíamos la comida, y celebrábamos la fiesta del cordero y el Ramadán todos juntos. Éramos una familia”.

Dos meses antes del desalojamiento del “Patio 27”, la palmera se desplomó. Sin aviso previo y sin herir a nadie, pero como una premonición, alertaba del destino que esperaba a todo cuanto permaneciera en aquel espacio tan insalubre como encantador.

 

 

Pocos días antes del desalojamiento, en el “Patio 27” se acumulaban los nervios. Todos se daban prisa para desmontar décadas de vida y meterlas en cajas de cartón y bolsas de plástico. El patio se empezó a convertir en un almacén al aire libre. Las chabolas parecían sufrir una gastritis, que les provocaba vomitar todo su interior: ropa, neveras, colchones, juguetes…

El 9 de mayo a las 10 de la mañana, la policía municipal controlaba la calle para facilitar la carga en los coches y furgonetas que esperaban en la acera. Tuani, Fátima, Zaida, Francisco, todos entraban y salían del patio cargados de trastos y los iban colocando en los maleteros. Los funcionarios del Ayuntamiento se encargaban de hacer firmar los papeles, recibir las llaves de las chabolas y hacer entrega de las llaves de los pisos. También se intercambiaban sonrisas, buenos deseos y apretones de mano en un ambiente de nervios, euforia y prisas.

 

 

Ha pasado un mes, y en uno de los bancos del “Patio 27” donde se sentaban cada tarde a charlar Laila, Najat y todos los demás, ahora hay un montón de cartas del Ayuntamiento, avisos de impuestos de circulación y otros documentos, que después de la lluvia de las últimas semanas, parecen hojas de lasaña hervidas y enganchadas, que se deshacen en cuanto intentas cogerlas. Nadie recogerá estas cartas, dirigidas a Mohamed Rida, Óscar Iglesias y otros nombres ilegibles.

Las puertas y ventanas de las chabolas están tapiadas. En las fachadas, los operarios han dibujado flechas con espray naranja para indicar las uralitas que se deben retirar antes de la demolición. En el patio se amontonan deshechos indescifrables y espejos macabros. Hay una televisión vieja tumbada, que debido al peso excesivo, no consiguió salir a la calle y subirse a uno de los coches. Una paloma blanca, inmaculada, quieta, ha querido quedarse. No, finalmente, no. Ella también se va volando.

 

 

Sentados en el sofá marroquí que han puesto en el piso nuevo, Laila me dice: “Tenemos que pagar 340 euros de alquiler por este piso. Sé que no es muchísimo, pero nosotros no pagábamos nada por vivir en las chabolas. Desde el año 80, como estaban en mal estado, dejaron de venir a cobrarnos y nunca más vino nadie por allí. En casa solo entran los 800€ que gana mi marido y además del alquiler hay que pagar un crédito y  luego están las facturas. No nos llega. Tengo ahí un trozo de una salchicha que me iba a comer, pero se lo tengo que guardar a mis hijas”.

Laila prácticamente no puede acabar la frase y se tapa los ojos para evitar que se les escapen las lágrimas.

“No tengo ni para comprar comida y ahora, para el final del Ramadán, las chicas esperan algún regalito y no sé como lo voy a hacer. Ni siquiera tengo para pagarle la excursión a la playa que hacen a final de curso en el Instituto. Estoy buscando trabajo, tengo que encontrar algo. Si sabes de alguien que necesite una persona para limpiar o para trabajar como camarera, dímelo, por favor. Nunca había tenido que ir a Servicios Sociales pero ahora lo he tenido que hacer. Tienen que decirme si me darán comida en la parroquia”.

 

 

Una vez han reubicado a los vecinos del “Patio 27”, ya no hay barreras para los nuevos proyectos urbanísticos. Sí, ahora ya no viven en una cloaca, como algunos le llamaban a esta zona, pero es necesario preguntarse como podrán mantener estos contratos de alquiler con la situación de vulnerabilidad que arrastran y que no ha sido solucionada. Después de los acuerdos entre los antiguos propietarios de Can Batlló y el Ayuntamiento de Barcelona, parte de este área de La Bordeta se ha destinado a la explotación inmobiliaria.

La empresa CORP publica en su web el siguiente anunci:
PRÓXIMO LANZAMIENTO DE PISOS DE OBRA NUEVA EN EL RECINTO DEL GRAN PARQUE URBANO DE CAN BATLLÓ (SANTS-MONTJUÏC)

-300 viviendas repartidas en cuatro edificios.

-Piscina comunitaria.

-Plazas de parking.

-Domótica.

-Espacios luminosos, diáfanos y más integrados entre sí.

-Acabados de alta calidad de base en todos los espacios e iluminación eficiente y
elegante.

-Viviendas más eficientes energéticamente y sostenibles.

-Zona muy bien comunicada delante de la Gran Vía, a escasos metros de la Plaça Cerdà
y la Ronda del Mig.

-El desarrollo del gran parque urbano con zona de equipamientos en el recinto de Can
Batlló convertirá La Bordeta en el barrio con más servicios del distrito de Sants-
Montjuïc. Una zona en pleno proceso de revitalización gracias a la cooperación vecinal
y a la reciente inyección de presupuesto del Ayuntamiento de Barcelona para la
aceleración del proyecto.

 

Los nuevos edificios de la Bordeta esperan nuevos vecinos.

 

Edición a cargo de Catalina Gayà
Edición gráfica a cargo de Estefania Bedmar
Traducción al castellano por Borja Alegría

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

— Después de 36 años viviendo en viviendas precarias e insalubres, los vecinos del Camí de la Cadena han sido desalojados

— Ahora, aunque viven en pisos en condiciones, no pueden afrontar el pago de los alquileres y las facturas de suministros

Artículos relacionados