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Sin periódicos en la facultad de periodismo

— El cierre del quiosco de la facultad de comunicación después de 30 años de servicio –el último que quedaba en el campus de Bellaterra, con más de 30.000 estudiantes– reabre el debate sobre el modelo de gestión de la universidad pública

— Espacios deshumanizados, y una gestión enfocada a la eficiencia y la rentabilidad han sido criticados por sindicatos, profesorado y estudiantes

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Prescindible. La UAB considera el servicio de quiosco en la Facultad de Comunicación prescindible. Con este pensamiento se levantó Víctor Monferrer el viernes 1 de diciembre de 2017 a las 5, como cada día, la mañana que, tras 30 años, abrió por última vez aquel quiosco. Cuando lo hicieron, en 1987, él y tres compañeros más, el Xosé Rodríguez, Juanito Guillén y Andoni Canela, eran apenas estudiantes de segundo curso de Periodismo que asumían el reto de dar un uso a un espacio esquinero pero céntrico en la nueva facultad, un frío invernadero de cristal y ladrillo, impersonal, gélido, y con tendencia a sufrir estragos físicos como nevadas, ventiscas e inundaciones pero con una remarcable resiliencia en materia de sanitarios: es probable que si los usáis, evacuéis en la misma taza que lo hiciera Àngels Barceló, Paco Lobatón o Umberto Eco. Un alumno de primero, ese mismo año 1987, también inauguraba el edificio como ellos, y entraba por primera vez en aquel Kioskiero –el nombre mítico que ha acompañado el servicio– ocupado por el Tratado de semiótica general, la aldea global de Marshal MacLuhan , los infectos manuales de Martínez Albertos o el imponente Palmer and Colton que hacía comprar Paco Veiga en las clases de Historia Contemporánea. Libros de comunicación diversos y actualísimos, con un fondo de literatura nacional e internacional muy bien escogida. “Nos la encargaban los profesores, vendíamos muchos!”

 

Víctor Monferrer después de abrir por última vez el quiosco de la facultad de periodismo. Claudia Frontino ©

 

“El problema de fondo no es solo que los estudiantes de periodismo no compren diarios. El debate es el del modelo de gestión de la universidad pública, que en el caso de la UAB comporta facultades desérticas, espacios desocupados, servicios que cierran en pos de la eficiencia, la rentabilidad y la gestión de corte empresarial”

Aquel desorientado alumno de primero se compró Historias de cronopios y de famas, de Julio Cortázar, porque el profesor de Géneros se lo había recomendado cuando hablaba del retrato en la entrevista. Víctor, flequillo moreno de pelo grueso, sonrisa de Shrek bondadoso, jersey de lana de cuello redondo con camiseta, no recuerda hoy, 1 de diciembre, habérselo vendido, pero le agradece que haya venido a saludarlo, mientras suena la música y los amigos beben y comen en esta humilde despedida un poco improvisada. Una despedida de cronopio. “Hace tres semanas hice un whatsapp a cien contactos: cerramos, ya está.” Admite que casi lo hace (y que lo podía haber hecho) hace dos años, cuando el servicio de Arquitectura y Logística de la UAB les cambió el contrato, con unas condiciones draconianas que les impedían vender productos de papelería y de cualquier tipo de alimentación, tampoco helados, golosinas y chicles, por ejemplo, a fin de proteger los contratos con empresas como Soteras –que tiene la restauración en exclusiva en todo el campus– y Abacus. “Pero si un quiosco no puede vender chuches y bolis … Desde finales de los 90, la caída de la venta de prensa ha sido constante, y hace tiempo que los quioscos no viven de la prensa. El problema de fondo no es sólo que los estudiantes de Periodismo no compren periódicos –¿Quién lo hace? Quién lo hará en cinco años?–, lo que no quiere decir que no lean prensa, por cierto, eh? El debate es el del modelo de gestión de la universidad pública, que en el caso de la UAB comporta facultades desérticas, espacios desocupados, servicios cerrados –reprografia, prensa– en pos de la eficiencia, la rentabilidad y la gestión de corte empresarial” . En los corrillos que se forman en el día de la despedida se comparte la idea de Víctor. Este discurso empresarial es como un virus lento, que se infiltra también en la revisión de los títulos de grado: sólo imparten si son eficientes y rentables; o en los modelos de docencia e investigación que priorizan. “Hoy Kant sólo podría hacer de bedel en esta universidad”, comenta un profesor que ha pasado a hacer la despedida. Tampoco desde el decanato de la Facultad o desde la propia administración del centro se ve con buenos ojos este cierre, pero se apela a la extinción del contrato y a las nuevas condiciones que ha impuesto el Área de Arquitectura y Logística de la UAB.

 

No poder vender alimentación ha acabado por hacer inviable para Víctor mantener el quiosco abierto. Claudia Frontino ©

 

Un espacio de vida que se cierra

Ese último día, pocas horas después, en el Kioskiero se escuchaba la música de la Escuela de Jazz de Sant Andreu y se podía picar algo y echar un trago con algunos de los antiguos trabajadores del quiosco, presentes para la efeméride. ¿Quizás poca gente? No se queja, sin embargo, Víctor, que como diría Cortázar es un enormísimo cronopio, como Louis Armstrong, pronuncia con un deje amargo las palabras, a pesar de los ojos oscuros y brillantes, que siempre le sonríen. “Mira, los alumnos pasan por aquí y muchos ni se detienen … Esto ha sido un espacio de vida dentro de una facultad. Nosotros hemos estado siempre en todas, hemos estado en los encierros, les dejamos las neveras para la fiesta mayor, y éste es de hecho un espacio suyo que ahora deberían recuperar, pero no creo que pase porque los mismos días que estábamos preparando el cierre vinieron unos arquitectos técnicos del rectorado a mirar el espacio y hacer mediciones.”

Pero los lamentos de los actuales propietarios de la concesión del servicio no serán económicos. Su pequeña empresa ya no ganaba dinero con este quiosco desde hacía años. Víctor es un cronopio, sí, pero mucho más currante de lo que parece. De los cuatro fundadores del servicio inicial, que rápidamente creció con otro quiosco en la plaza Cívica –la central del campus, para los que no habéis ido nunca– y otro en Letras, Víctor era el más emprendedor. También asumieron la distribución de la prensa gratuita en el campus, servicios de prensa de TVE, Prisa y Onda Cero y otro quiosco en Bellaterra. Pero siempre implicados en las luchas de los estudiantes y de los profesores por la calidad de los servicios del campus y comprometido con sus reclamaciones. Y necesidades. Si un alumno necesitaba algo allí estaba él o alguien de los suyos. “Hemos repartido incluso productos de higiene íntima, medicamentos… Esto ha sido un espacio de encuentro humano, los lunes por la mañana los futboleros que ahora están en las tertulias de la tele y la radio venían aquí a hablar de los partidos cuando estudiaban. Ahora esto ha cambiado –se lamenta Víctor–, no sólo por nosotros: también cerraron el servicio de fotocopias, la facultad está vacía todo el día, la gente va a clase y para casa, sólo nos queda el bar, que cada día está más vacío también. Si no tenemos esto, ¿para qué sirve esta monstruosidad de estructura?”

 

El día 1 de diciembre, el último después de 30 años, varios periodistas visitan el quiosco para despedirse. Claudia Frontino ©

 

Uno de los más saludados hoy, día del cierre, es Xose Rodríguez. Le recordamos todos los presentes con una larga melena rizada negra, una mirada cáustica y sus comentarios liberales sobre la anatomía de las estudiantes. También por su tarjeta de visita, que te entregaba el día en que te cogía confianza, donde se leía Xose M. Rodríguez -Pornógrafo-. Xose hoy está irreconocible para muchos –a los que, si somos justos, él tampoco reconoce–: el cabello blanco y recesivo le enmarca, eso sí, la misma mirada y la misma sonrisa burlona. A su lado Víctor, vaso en mano, sigue explicándose: “Nosotros sobrevivimos porque todo el mundo cierra y asumimos sus pocos clientes, pero un día supongo que cerraremos también nuestro servicio. Esto de la prensa se acaba. Los alumnos lo quieren todo inmediato, no saben ni leer con paciencia y profundidad.”

 

No se sabe qué harán en el local que hasta el 1 de diciembre fue el quiosco. Claudia Frontino ©

 

Los músicos hace tiempo que han recogido, y queda poca gente en el pequeño cubículo el último día en que el quiosco sigue abierto. Mañana Víctor se volverá a levantar a las 5, porque el trabajo del resto de los servicios que dirige, que incluye una intempestiva visita al aeropuerto a recoger prensa internacional muy temprano, no permite descansos, pero tiene claro que si él y su servicio de prensa son prescindibles, “por cuatro duros de un alquiler”, lo que se debería hacer es “reducir a la mitad tantos cargos prescindibles de la estructura” de gestión de la universidad. “Hablamos de sueldos de más de 60.000 euros en la propia área de Arquitectura”, dice. “Teníamos proyectos para desarrollar que propusimos al Rectorado, como poner en marcha un servicio de libro de viejo universitario. Siempre que han aparecido nuevos proyectos de interés periodístico, como Jot Down, Panenka, Alternativas Económicas o 5W hemos apostado fuerte, a veces poniendo tablas especiales, o llevando autores o trabajadores”, recuerda. Y mira el pasillo que lleva a las aulas, vacío a las tres y media de la tarde de un viernes, y chasquea la lengua.

–Pero ha acabado. Esto se ha acabado.

 

Edición fotográfica a cargo de Estefanía Bedmar
Traducido al castellano por Gerardo Santos

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— El cierre del quiosco de la facultad de comunicación después de 30 años de servicio –el último que quedaba en el campus de Bellaterra, con más de 30.000 estudiantes– reabre el debate sobre el modelo de gestión de la universidad pública

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