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Ni pobres ni pobrecitos

— A África puedes ir con lágrimas en los ojos o con los ojos abiertos, yo he elegido observar como se desarrolla la economia en un pequeño pueblo de Senegal

— Los habitantes de Dindefelo trabajan en reducidos campos de agricultura pluvial y familiar y, en este sentido, su riqueza es escasa

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Cuanto más tiempo llevo aquí, y cuanto más me acostumbro a vivir en este pedacito del mundo, más extraño me parece pensar que mis vecinos son pobres. Desde Barcelona, antes de volar hacia Senegal, este país y sus gentes quedaban muy lejos, tanto por la distancia como por las diferencias en la forma de vida. Aunque no quería juzgar el lugar al que iría a vivir antes de llegar, sabía que iba a un país en el que casi el 50% de sus habitantes son considerados pobres; también sabía que no viviría en un piso cómodo sino que tendría que renunciar al agua corriente y a la elecricidad para pasar a vivir en una choza. Hoy, medio año más tarde, me molesta referirme a mi casa como una choza y no entiendo como podemos valorar el nivel de pobreza de mi nueva familia y mis nuevos vecinos si la riqueza, aquí, no la marca el dinero. Y entonces me pregunto: ¿en qué sentido son pobres? ¿Cuál es su riqueza y de dónde viene?

Cuando llegué, todo era de un verde intenso y los campos eran generosos. Ahora, apenas queda paja seca. Por las mañanas, cuando paseo entre las casas, el viento es triste; el harmatan —parecido a la calima pero acompañada de vientos fuertes que arrastran arena del desierto— es gris y el paisaje de época seca, desolador como un otoño desencantado. Los mediodías en Dindefelo se han convertido en un horno y trabajar se convierte en una labor excesivamente agotadora. Aun así, su población se levanta cada mañana y se activa para llevar a cabo sus respectivos trabajos. El panadero tiene el pan listo a las 6 de la mañana y las mujeres que preparan bocadillos en el centro del pueblo van a comprarlo y comienzan a preparar su paradita. Los tenderos, en las tiendas; los profesores y los alumnos, a las clases; y los conductores, a sus vehículos: la vida en Dindefelo es simple y monótona, pero cada figura del pueblo, en mayor o menor medida, aporta su granito de arena para que la comunidad siga funcionando y cada familia tenga un bol de comida a mediodía y por la noche. .

Dindefelo es el pueblo con mayor demografía de la Comunidad Rural de Dindefelo (CRD), con 1.407 habitantes según un estudio socioeconómico elaborado en el 2013 por el Instituto Jane Goodall España (IJGE) establecido en la zona. Su población es mayoritariamente de etnia peul. Se encuentra en la región de Kédougou, a más de 700 km de Dakar —la capital de Senegal—, y es un pueblo de difícil acceso a través de una carretera que nunca se acabó de construir correctamente. A pesar su localización y condición de pueblo pequeño, a veces va bien desconectar y salir de este lugar que, a escala local, parece una gran ciudad, con sus tiendas localizadas en el centro, sus habitantes hablando por los codos bajo la sombra de un mango, los estudiantes de primaria y secundaria caminando de arriba a abajo y el turismo pujante, tanto local como internacional, que se desplaza hasta aquí para visitar la refrescante cascada de Dindefelo, sobre todo en la época seca.

A veces, me gusta escapar de esta intesidad y buscar sitios como Nandoumary, el pueblo más antiguo de la CRD, con 156 años de historia. Se llega subiendo la montaña en dirección sur y girando a la derecha en plena sabana, a media hora de Guinea a pie. En Nandoumary, no hay tiendas ni coches; el panadero hace pan un par de veces por semana; la escuela es muy pequeña y las únicas que trabajan los 365 días del año son las madres que se quedan en casa, que tienen las mismas exigencias sean del pueblo que sean: ir a buscar agua con grandes y múltiples cubos de agua al forage —un pozo del que se recoje agua a mucha profundidad con la ayuda de una bomba—, mantener la casa limpia, lavar la ropa a toda la familia y alimentarla abundantemente. Cuando sea temporada, irán también a los campos familiares a trabajar para conseguir alimentos para el resto del año. Pura agricultura de subsistencia.

Uno de los asuntos clave para que retroceda la situación de pobreza en la región de Kédougou es la modernización de la agricultura, a través de la aportación de electricidad. La paradoja es que Kédougou forma parte de las regiones más ricas de Senegal a nivel de recursos naturales. | Carina García
Uno de los asuntos clave para que retroceda la situación de pobreza en la región de Kédougou es la modernización de la agricultura, a través de la aportación de electricidad. La paradoja es que Kédougou forma parte de las regiones más ricas de Senegal a nivel de recursos naturales. | Carina García

 

Todo esto provoca que, exceptuando la gente que ofrece un servicio a cambio de dinero, muchos habitantes del pueblo no obtengan moneda a cambio de su trabajo. Si algún día toca hacer grandes compras —obviamente, en Dindefelo o en Kédougou— es probable que haga falta vender algún animal de la familia. Los peul son una etnia de origen nómada. Como explica la antropóloga Paula Muñoz en el estudio del IJGE, “los peul han sido el pueblo nómada más grande de todo el continente africano. Tradicionalmente, se han dedicado a la ganaderia transhumante” hasta que, hacia el siglo XIX, comenzaron a establecerse en diversos países de forma sedentaria.

“El ganado tiene, para los peul, componentes materiales (depósitos bancarios), componentes sociales (poder, prestigio, intercambios) y componentes simbólicos”, detalla el estudio. Aún hoy en día, la cría de vacas y cabras por parte de las familias es un indicador de prestigio y riqueza. Caminando entre las casas de Nandoumary, encontrarás vacas de color beis con enormes cuernos (de la raza N’Dama), extrañas cabras bajitas que emiten sonidos poco propios de una cabra —a veces, paseando por el pueblo, sientes niños que escupen, estornudan, tosen… pero cuando te giras, te das cuenta que son las cabras—, algunas ovejas y una gran cantidad de gallos, gallinas y pollitos campando libremente. Aunque parezca imposible, todo el pueblo sabe a quién pertenece cada animal y nadie se atrevería nunca a tocar la propiedad de los demás.

En casa de la familia de Karim Diallo, un chico del pueblo de poco más de 20 años, hay todo tipo de animales. Algunos esperan a ser comidos en alguna gran celebración, mientras que los demás servirán de moneda de cambio. Después de un tranquilo fin de semana en Nandoumary, decidí bajar el domingo a casa. Como sabía que bajaría a Dindefelo para ir al mercado, como cada domingo, hablé con Karim y quedamos para ir juntos. Cuando pasé por su casa, apareció con una cabra atada con una cuerda.

—¿Qué haces con esto? —me dio por decirle.
—Mi madre me ha dicho que la lleve al lumo —el mercado— y la venda para poder ir a Kédougou a comprar cosas.

La experiencia me pareció especialmente emocionante. No puedes decir muy a menudo que has caminado por la sabana africana con un depósito bancario en forma de cabra. Así que los tres nos pusimos a caminar por la llanura, muy temprano, para evitar el terrible sol del mediodía.

—¿Le has puesto nombre? —le pregunté.
—No… —me miró algo extrañado.
—Creo que se porta muy bien, no parece estar nerviosa.
—Siempre la hemos tenido atada, ya está acostumbrada.

Mientras caminábamos, hablamos de su familia, de su trabajo con el IJGE, de cómo cambia el paisaje de un mes a otro, de las perspectivas de futuro…

—¿Y por cuánto venderás la cabra en el lumo?
—No lo tengo claro. No soy bueno vendiendo animales. La llevaré allí y pediré a [aquí el nombre de un señor que habitualmente gestiona la compra-venta de cabras] que me negocie el precio.
—¿Pero cuanto crees que puedes sacar?
—Supongo que mínimo unos 25.000 francos cfa [la moneda de los países del oeste de África, al cambio unos 40€], pero no lo tengo claro.

“El ganado tiene, para los peul, componentes materiales (depósitos bancarios), componentes sociales (poder, prestigio, intercambios) y componentes simbólicos” – Estudio socioeconómico del IJGE

Al cabo de más de una hora, cuando ya estábamos pasando por Dande —el último pueblo de la llanura antes de coger el camino que baja hacia Dindefelo—, nos paró un señor mayor, vestido con una larga y elegante túnica. Como hombre respetable que era, tuvimos que ofrecerle nuestros mejores saludos. Se nos acercó, se sentó sobre una piedra flexionando las rodillas de una manera increíble para alguien de su edad y se puso a hablar con Karim. Quería comprarle la cabra, eso lo entendí al instante. Y también capté inmediatamente que Karim no se atrevía a decirle las cosas claras por su condición de hombre mayor. Lo que no entendí demasiado bien fue el contenido de su discusión en pular, la lengua materna de los dos interlocutores, que después me tradujo mi acompañante mientras bajábamos:

—Primero hemos acordado el precio en 30.000 fcfa. Me quería comprar la cabra pero me ha dicho que no tenía suficiente dinero, solo estos 10.000 fcfa que me ha dado, y que me pagaría el resto cuando volviese a subir a Nandoumary esta tarde. Yo le he dicho que no, que tengo que ir a Kédougou y necesito el dinero de la cabra.

—¿Y ahora qué hacemos? —le pregunté mientras caminábamos montaña abajo tras nuestro acompañante, que iba arrastrando a la cabra, ya no tan tranquila como antes.

—Dice que nos acompaña al lumo, que venderá él la cabra y que cuando tenga el dinero me pagará a mí los 20.000 fcfa que me faltan.

—Es decir, ¿te ha comprado la cabra para volvértela a vender?

—Sí.
—¿Y qué pasa si no consigue más de 30.000 fcfa…?

—A mí me tiene que pagar lo que me debe, así hemos quedado —concluyó con voz de no tenerlas todas consigo.

El mercado de Dindefelo se celebra cada domingo del año. Gente de toda la CRD e incluso de los primeros pueblos de Guinea se acerca a vender sus productos o a comprar las cosas que le harán falta a la familia para pasar la semana siguiente. Telas, pan, jabón, pescado seco, a veces pescado fresco, carne de ternera, carne de cabra, cabras vivas… Mujeres por todos lados con grandes cubos llenos de productos para vender o ya comprados que volverán a pie a sus pueblos; hombres que cargan bastantes pollos cogiéndolos de las patas. El sol, que empieza a quemar a las 9 de la mañana, solo ofrece tregua bajo los parasoles y las estructuras de madera del mercado por el que transitan centenares de personas.

Vuelvo a estar en el caos de Dindefelo.

Dinero, monedas, compras, ventas, dinero, monedas, compras, ventas, dinero, monedas, cabras… Aquel mediodía de domingo me volví a cruzar con Karim, ya en el pueblo. El señor que se había llevado la cabra la consiguió vender por 30.000 fcfa. Le había dado los 20.000 que le debía al primer propietario de la cabra, que se sumaron a los 10.000 que ya le dio antes. Karim Diallo tenía su dinero y ya podía ir a comprar a Kédougou, mientras que el hombre de Dande se había pasado toda la calurosa mañana intentando hacer negocios con una cabra que ni tan solo era suya y de la que no había sacado ningún provecho.

Como cada domingo, el lumo de Dindefelo se llena de gente. Las familias venden sobre todo alimentos y productos artesanales. Los habitantes acuden a comprar las cosas que necesitará la familia para pasar la próxima semana. El sol, que empieza a quemar a las 9 de la mañana, sólo ofrece tregua bajo las sombrillas. | Carina García
Como cada domingo, el lumo de Dindefelo se llena de gente. Las familias venden sobre todo alimentos y productos artesanales. Los habitantes acuden a comprar las cosas que necesitará la familia para pasar la próxima semana. El sol, que empieza a quemar a las 9 de la mañana, sólo ofrece tregua bajo las sombrillas. | Carina García

 

La pobreza…

Aunque el juego del ganado aún funciona y, poco a poco, el sector del comercio va creciendo —tanto en el mercado como en las tiendas de los pueblos que las tienen— sí que es cierto que en los pueblos más pequeño, exceptuando Dindefelo, se observan algunas dificultades importantes que pueden dar respuesta a mi primera pregunta: ¿en qué sentido se expresa aquí la pobreza? Por ejemplo, si el forage de Nandoumary se seca en algún momento de la época seca, sus habitantes seguirán teniendo agua pero será a cambio de que las mujeres del pueblo se tengan que desplazar diversos kilómetros cargando unos 25 litros de agua sobre sus cabezas.

Para poder entender mejor cómo se evalúa la pobreza a nivel local, teniendo en cuenta el valor del ganado y que hoy en día la principal fuente de alimentación de la población de esta región del país es la agricultura familiar de subsistencia, me acerqué a Kédougou para hacer una visita a Abdou Sarr, director del servicio de seguimiento y evalución de la Agencia Regional de Desarrollo (ARD) de Kédougou. Tenía curiosidad en saber en que está trabajando el gobierno del país para resolver la pobreza de la región relativa al resto de Senegal. Según datos de la Agencia Nacional de Estadística y Demografía (ANSD) del 2011, la incidencia de la pobreza en Kédougou es del 71,3% respecto al 46,7% del global del país.

“Las necesidades que hay que cubrir de manera prioritaria en todos los pueblos son el acceso al agua potable, a la electricidad y a la sanidad. En este sentido, aún hay muchas diferencias entre los pueblos de la región”, remarcó Sarr. El acceso a agua potable se está solucionando progresivamente con la construcción de forages, de los que se puede extraer agua de buena calidad durante todo el año. Asimismo, el precio de un forage (unos 14.000 euros) es “un precio completamente desorbitado para la población local”, como constata Muñoz en el estudio socioeconómico del IJGE. Hay que añadir que alguno de estos pozos de agua están averiados o se secan en determinadas épocas, como pasa en Nandoumary. Por eso, en este aspecto, “la población local depende o bien de las administraciones públicas o bien de la cooperación internacional”, aclara el estudio.

“Las necesidades que se deben cubrir con prioridad en todos los pueblos son el acceso al agua potable, a la electricidad y a la sanidad” – Abdou Sarr

También las placas solares tienen precios prohibitivos para la mayoría de la población. Dentro de la Comunidad Rural de Dindefelo, lo que sí que se puede encontrar son edificios públicos con electricidad, aunque no en todos los pueblos. Dentro del mismo estudio del IJGE, se detalla que en el año 2013, en Dindefelo, había dinco edificios con suministro eléctrico, farolas solares distribuidas por el pueblo y algunas casas particulares con luz artificial, mientras que, en el pueblo de Dande, no había ningún punto de luz.

A nivel sanitario, solo hay un centro de salud en toda la CRD, que se encuentra en Dindefelo. Otros pueblos cuentan con un dispensario en que trabaja personal voluntario, pero las consultas graves que requieren personal formado o recursos hay que dirigirlas a Kédougou, con el coste que ello supone. En algunos casos en que es necesaria una atención específica las familias no van o bien porque no tienen recursos para hacerlo o bien porque ignoran cuan grave es su problema.

Caminar por la sabana durante la época seca, donde no hay ninguna sombra, implica que el sol cae directo sobre ti. El calor empieza a hacerse insoportable hacia las 9 de la mañana y no para hasta que llega la noche. El hecho de que casi no haya vegetación facilita reconocer los pequeños caminos que conectan los pueblos. Asimismo, quedan al descubierto los pequeños y particulares nidos de termitas con forma de champiñón. | Carina Garcí
Caminar por la sabana durante la época seca, donde no hay ninguna sombra, implica que el sol cae directo sobre ti. El calor empieza a hacerse insoportable hacia las 9 de la mañana y no para hasta que llega la noche. El hecho de que casi no haya vegetación facilita reconocer los pequeños caminos que conectan los pueblos. Asimismo, quedan al descubierto los pequeños y particulares nidos de termitas con forma de champiñón. | Carina García

 

Si la actuación del gobierno de Senegal para erradicar la pobreza se centra en estos tres aspectos —agua potable, electricidad y sanidad—, rápido me doy cuenta de que sí, que los pueblos de la Comunidad Rural de Dindefelo tienen muchas carencias. Y estas carencias los hacen, a la vez, ser dependientes de las ayudas externas.

Una de las imágenes que más nos gusta imaginar a los occidentales sobre África es la de pobres negros pasando hambre. Vemos anuncios en la televisión, nos tragamos las imágenes, sentimos pena y pensamos: pobres africanos. Como si vivir en un lujoso barrio residencial de Barcelona fuese lo mismo que vivir en la periferia de la ciudad. Como si vivir en Senegal fuese lo mismo que vivir en un país de África con guerras y situaciones de hambre severa. Mi experiencia es poca, pero la imagen de los anuncios queda lejos de la realidad de mi casa. Mentiría si dijese que nadie tiene problemas de alimentación aquí, pero hablando en términos generales, la tónica es otra.

En Dindefelo, la mayoría de familias tienen campos situados entre las casas del pueblo. Habitualmente se trata de cultivos de maíz, uno de los ingredientes principales de la dieta local junto al arroz. Son campos que durante la época de lluvias crecen formosos; los mismos campos de los cuales hoy solo queda la paja seca que las vacas y las cabras mastican para alimentarse. Cuando llega la época seca, todo el paisaje hace justicia al apelativo.

El único espacio donde siguien brotando alimentos frescos y plantas verdes es el huerto. Y puedo asegurar que, cuando los mediodías superan los 45 grados de temperatura y resulta imposible caminar por la inexistente sombra, se te escapa una sonrisa cuando visitas cualquiera de los jardines que hay en la CRD. En Dindefelo, como el agua no escasea, las mujeres que cuidan el huerto pueden cargar cubos de agua del forage. Pueblos como Thiabé Karé, construidos en la ribera del río Gambia, han conseguido aprovechar este recurso para canalizar agua durante todo el año.

Según se explica en el informe del 2013 sobre la Situación Económica y Social Regional elaborado por la ANSD, “el 69% de las familias de Kédougou practican la agricultura en términos generales, y cerca del 81% de estas familias se dedican a la agricultura pluvial. La agricultura constituye la principal actividad económica de la población de la región, de la cual depende esencialmente su subsistencia”.

“La gente más pobre es la que trabaja en la agricultura familiar en campos pequeños”, me explicaba Sarr. Así es como viven la mayoría de habitantes de la CRD, que dependen totalmente de la producción propia de alimentos, muy ligada al clima de la zona. Algunas familias intentan guardar una parte de la producción para la venta, pero si la producción es muy escasa, no hay excedentes y, muy probablemente, no habrá reservas para subsistir toda la temporada.

“Modernizar la agricultura permitirá a las familias conseguir actividades económicas productivas” – Abdou Sarr

Según Sarr, para solucionar esta situación hace falta “ver de qué manera se puede modernizar la agricultura. Es eso lo que permitirá a las familias conseguir actividades económicas productivas”. La agricultura sería la clave para hacer recular la situación de pobreza dentro de la región de Kédougou. “Pero no podemos hablar de desarrollo sin energía”, insistió. “Es necesario aportar electricidad a las familias de Kédougou para poder desarrollar otras herramientas y conseguir salir de la situación de pobreza”.

La riqueza…

“La paradoja —me explica Sarr— es que Kédougou forma parte de las regiones de Senegal más ricas a nivel de recursos naturales, en términos de potencialidad”. Se trata de la región más accidentalizada del país. El informe de la ANCD detalla que este paisaje multiplica los hábitos ecológicos y permite que su flora sea “la más rica y variada de Senegal”. Y solo hay que moverse un poco por la zona de la Comunidad Rural de Dindefelo para darse cuenta. Uno encuentra desde el paisaje más verde a los bosques de galería que dibuja el cauce de los ríos hasta el paisaje más seco de la sabana. El contraste, aparte de permitir la existencia de una gran riqueza a nivel de fauna, es precioso.

“Pero, habitualmente, el conjunto de esta riqueza está muy poco valorado”, lamentaba Sarr. Contrariamente, el factor que está aportando mayor crecimiento a Kédougou desde el año 2000 es la apertura de las minas de oro, un sector que no ofrece estabilidad a la gente que trabaja en él pero que está favoreciendo la aparición de nuevos ricos. Hasta hace poco, las familias que vivían mejor en la región eran aquellas que tenían familiares que habían emigrado o bien a ciudades como Dakar o bien a países de Occidente. El senegalés Saiba Bayo, polítólogo y consultor comercial, explica que en los años ochenta hubo una gran migración de población que se dirigía sobre todo a Francia. “La mitad de las casas de Kédougou tienen algún familiar en Europa. Las remesas que enviaban estos familiares desplazados representaban la mayor parte de la economía de esas familias”.

“La paradoja es que Kédoudou forma parte de las regiones de Senegal más ricas en recursos naturales y en términos de potencialidad” – Abdou Sarr

Actualmente, son las minas las que potencian la riqueza de algunas familias y este hecho está provocando, por un lado, el abandono progresivo de la agricultura, como constata el informe de la ANCD, y, por otro, que muchos jóvenes opten por ir a trabajar a las minas de oro en que, explica Bayo, “trabajan de manera precaria y con poca seguridad, pero con el dinero consiguen poder construirse sus propias casas sin tener que ir a Europa”. Todo ello se traduce en una especia de “fiebre del oro senegalesa”, como describe Saiba Bayo, que actualmente imparte cursos de formación en cultura de negocios en empresas que quieren invertir en el África negra.

A la vez, el paisaje de los pueblos de la Comunidad Rural de Dindefelo se está viendo afectado en cierta manera por la construcción de estas nuevas casas. Quien puede abandona las construcciones tradicionales de los peul, popularmente conocidas como chozas, hechas a base de tierra, paja y bambú, para pasar a vivir en edificaciones de una sola planta compartimentadas en diversas habitaciones en que viven familias enteras, con una apariencia más occidental y techos de planchas de zinc.

Uno de los temas que más me preocupaban durante la conversación con el director del servicio de seguimiento y evaluación del ARD, Adbou Sarr, era precisamente si el desarrollo de la región podía actuar en detrimento de su propia riqueza cultural, en la que se encuentran las etnias wòlof, peul, malinke, bedik, bassari, djallounkés, coniaguis y algunas otras más minoritarias. Si el país tiende a la globalización; si su población emigra a otras zonas o países en busca de otras manera de conseguir recursos económicos; si se dejan de construir casas con techos de paja… ¿Es posible que se pierdan ciertos rasgos culturales? ¿Los peul seguirán siendo tan peul si abandonan algunas de sus prácticas tradicionales?

“Aunque avanzamos hacia la mundialización, los elementos culturales se mantendrán siempre presentes. En Kédougou hay comunidades muy aferradas a su cultura pese a la evolución y el cambio”, me respondió Sarr. Pero, aun así, se me quedó la espina clavada. Me faltaba algún argumento, que pesase algo más, para confiar en que el dinero no acabará pesando más que el mantenimiento de la riqueza cultural y lingüística.

Uno de los productos de mayor éxito en el lumo, consumido por pequeños y grandes, son las bolsitas de cream, unos líquidos muy dulces y helados. Es perfecto para hacer pasar un poco el calor y lleva una cantidad de azúcar muy considerable. El líquido morado que resbala por la nevera naranja proviene de los saquitos de cream bissap, hecho a partir de la flor de hibisco. | Carina García
Uno de los productos de mayor éxito en el lumo, consumido por pequeños y grandes, son las bolsitas de cream, unos líquidos muy dulces y helados. Es perfecto para hacer pasar un poco el calor y lleva una cantidad de azúcar muy considerable. El líquido morado que resbala por la nevera naranja proviene de los saquitos de cream bissap, hecho a partir de la flor de hibisco. | Carina García

 

Y fue Saiba Bayo quien me desclavó, aun la incerteza de lo que puede acabar pasando, la espina: “La riqueza, a los senegaleses, no se la da el dinero. Por mucho dinero que puedan conseguir, la tierra que te ha visto nacer y tu familia es lo más precioso que tienes. En Occidente tenéis un concepto lineal del desarrollo. África tiene un concepto mucho más humano: cuanto más creces, más importancia tiene el ser humano y la familia”. Y no estamos hablando del concepto de familia que yo tenía en la cabeza antes de llegar a Senegal. No son mis padres y mis hermanos. A los senegaleses les salen hermanos de debajo de las piedras. Lo que hay que entender, y cuesta acostumbrarse, es que hay unos hermanos con los que se comparte el padre y la madre, otros con quien solo se comparte al padre (aquí la poligamia es muy habitual entre las familias musulmanas) y, después, una larga lista de hermanos que tanto pueden ser primos como parientes lejanos, o incluso, amigos.

“En occidente tenéis un concepto lineal del desarrollo. En África tenemos un concepto mucho más humano: cuanto más creces, más importancia tienen el ser humano y la familia” – Saiba Bayo

Y toda esta gente será tratada como familia, con el respeto y la generosidad que eso implica. Explica Bayo que “África ya era liberal antes de que llegasen los blancos, pero era un liberalismo humano, no acumulativo sino distributivo. El dinero y los beneficios repercuten en la comunidad”. La importancia de la vida en familia; el respeto a la gente mayor; los grandes boles de comida compartidos entre múltiples manos y cucharas; las invitaciones a comer en casa de los demás; la autoimposición de dejar el estómago de todos los comensales satisfecho… Me pasan decenas de escenas por la cabeza en las que el concepto de comunidad toma relevancia. Porque si quedas para hacer una reunión a las 9 de la mañana con un grupo de senegaleses seguramente no empezará hasta las 10 o más tarde, pero si algun día se te quema la casa, la mitad del pueblo se organizará en un minuto para recuperar todas sus pertenencias y extinguir el fuego lo antes posible.

… y los pobres negritos

Si vienes de fuera y quieres trabajar con la gente local —en vez de para ellos—, la experiencia me dice que es fundamental, aunque parezca evidente, intentar entender cómo funciona su sociedad —cómo gestionan el tiempo, qué priorizan, cómo se relacionan—. Sino, te encontrarás con un montón de barreras provocadas por las diferencias culturales o estarás trabajando para ellos, pensado que te necesitan. “Muchos occidentales que viajan a Senegal y llevan a cabo acciones de ayuda al desarrollo acaban haciendo vampirismo cultural. Es decir, que, aun la buena fe, acaban siendo condescendientes”, critica Saiba Bayo. Y acabas trabajando para ellos, para los “pobres negritos”. Según Bayo, a veces el occidental “no da poder al africano sino que le chupa la sangre y el blanco acaba pareciendo más negro que el negro. Al final parece que sin los blancos no podemos vivir bien”, lamenta.

El informe de la ANCD remarca que hay que valorar sectores como el alimentario, el tursimo, la artesanía y la cultura para que puedan contribuir “al desarrollo económico de la región”. No todos son sectores que la misma población local puede impulsar sin ayudas externas, sin depender de nadie. “El senegalés ha de reafirmarse en su africanidad”, reivindica Bayo. Considera que este es el “único camino que tiene para desarrollarse y evolucionar”.

“El senegalés tiene que reafirmarse en su africanidad. Es el único camino que tiene para desarrollarse y evolucionar” – Saiba Bayo

Quizá el problema de mis nuevos vecinos no es que sean pobres sino que son dependientes en muchos aspectos. Dependen del hecho que la cosecha dé suficiente alimento para pasar todo el año y dependen de los recursos del Estado y de organizaciones internacionales. Quizá lo que les hace falta es encontrar su propio e independiente desarrollo.

A mis preguntas, ahora puedo responder que la pobreza de la región se basa en la carencia de cobertura de algunas de las necesidades prioritarias de las que hablaba con Abdou Sarr. Pero se trata de una pobreza económica que se agravia si observamos estos pequeños pueblos rurales desde una perspectiva global. En cualquier caso, los habitantes de la región de Kédougoy son ricos culturalmente. Y, si todo va tal y como pronostica Bayo, lo más importante seguirá siendo la familia por encima del dinero. “En las lenguas africanas —explica— hay palabras que designan esta importancia de la comunidad. En el sur de África, por ejemplo, se utiliza el término ubuntu, que significa que cada uno es una persona a causa de los demás”.

Finalmente, me pregunto: ¿Qué sentido tiene tildar a los habitantes de Comunidad Rural de Dindefelo como pobres? Tienen lo que tienen y, si así lo quieren, lucharán para conseguir mejorar sus condiciones de vida. Tienen la capacidad de tirar adelante con lo que tienen, aunque el dinero venga en forma de cabra, y su tierra tiene el potencial necesario. Pienso que serían pobres si no tuviesen la fuerza para crecer, pero que si los llamamos pobres estamos sintiendo lástima por ellos, porque el pobre también es el pobrecito, el triste. Y esta imagen occidental, cuando llega aquí, alimenta la dependencia del senegalés y repercute en los esfuerzos —o en la falta de los mismos— para independizarse.

Si algo puedo asegurar es que, después de medio año viviendo en Dindefelo, no he visto ni pobrecitos ni tristes negros, sino montañas y ríos; he compartido boles de comida con una gran familia que me acogió en su casa; he visto niños riendo y jugando a los mismos juegos que jugaba yo de pequeña; he visto llover y he sufrido el intenso calor; y he visto como, poco a poco, se secaba el paisaje. Pero, inshallah, volveré a ver como los campos rebrotan con las lluvias.

Edición y traducción al castellano a cargo de Gerardo Santos
Edición fotográfica a cargo de Estefania Bedmar

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— A África puedes ir con lágrimas en los ojos o con los ojos abiertos, yo he elegido observar como se desarrolla la economia en un pequeño pueblo de Senegal

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