
— No todos los vecinos de Barcelona pueden salir de fiesta igual: el color de la piel sigue siendo motivo para cerrarle la puerta de una discoteca a una persona
— SOS Racisme Catalunya realizó el pasado sábado 16 de diciembre un 'testing' en tres discotecas para comprobar cuánto racismo pervive en el ocio de la capital catalana
Estamos en la cola de la discoteca Jamboree, sobre las dos de la madrugada, el frío cala bien adentro, el equipo de piel marrón se encuentra ante el portero:
–No estáis en la lista, no podéis pasar –asume el segurata después de leer en dos segundos, gracias a su sentido de la superlectura, dos hojas dinA4 llenas de nombres y asegurar que ninguno de los tres chicos de piel marrón se encuentran en una lista a la que, por cierto, sí se habían apuntado.
No hay fiesta para ellos en el Jamboree.
Nos toca al equipo de piel blanca, llegamos ante el portero, justo detrás de nosotros, la pareja de piel negra. Segurata:
–¿Cuántos sois?
–Dos.
Esa espera absurda de 20 segundos.
–Adelante.
–Gracias.
A la pareja de piel blanca no nos preocupaba si el segurata nos dejaría pasar o no. Nos preocupa qué excusa poner a la taquillera para salir de ahí antes de soltar un duro.
***
Horas antes, de pie, frente a la pizarra, la coordinadora dibuja, esquemáticamente, un mapa de las calles Lancaster, Arc del Teatre y la Rambla de Barcelona. En el cruce de Lancaster y Arc del Teatre, marca el punto base. En la Rambla, el primer objetivo. Primero, nos informa la coordinadora, saldremos juntos de la sede de la Fede –una federación integrada por 112 entidades cuya misión es “trabajar activamente para conseguir la justicia social y la erradicación de las desigualdades”–, donde nos encontramos reunidos, a cinco minutos del punto base. Cuando todo el equipo esté preparado, el trío de disimuladoras actuarán como avanzadilla y se apostarán con (obvio) disimulo frente al objetivo. Una de ellas lleva una goPro colgando del cuello. El resto del equipo audiovisual y de sonido tomará posiciones estratégicas, más lejos aún del objetivo, para disponer así de una imagen general de los hechos. Solo entonces la coordinadora dará la orden y los tres grupos –el de piel negra, el de piel marrón y el de piel blanca– entrarán en acción. Y, al acabarla, volverán al punto base.
Todo el equipo parece haber comprendido su cometido, así que éste se pone en marcha con los preparativos. Lo primero, apuntarse a las listas de asistentes a los tres objetivos. Después, asegurar que la vestimenta es la adecuada. Para terminar, cada integrante va pasando ante la cámara para dejar grabado un mensaje. Los ratos de espera los consume la cuadrilla relajándose en las demás salas de la Fede, mirando Instagram o saliendo a la calle a echar un pitillo, pese al frío.
Suena un ruido seco a lo lejos, al girar la esquina del carrer de les Tàpies.
–Uy, ¿qué es eso? –digo.
–Seguro que no es nada –contesta Cheikh, uno de los integrantes del equipo de piel negra–. No suele ser nada nunca. Algún tipo borracho hablando con un colega.
Cheikh va hecho un pincel. Jersey fino negro, camisa blanca de la que solo asoma el cuello. Pantalones de pinza verde bosque y unas zapatillas que cuando empiece la acción se cambiará por unos zapatos de punta, estilo italiano, oscuros pero relucientes. Cuando ríe o sonríe, que es a menudo, enseña unos dientes eternos y perlados. Siempre tiene una broma en la punta de la lengua, algún comentario mordaz o alguna salida ingeniosa para cambiar de conversación. Dice:
–No creo que me dejen entrar en el Jamboree, ya verás –Cheikh va a decir algo más pero, en ese momento, aparecen para darle la razón, por la esquina, dos amigos, borrachos, que conversan amigablemente, gritando, eso sí.
El anterior testing de SOS Racisme tuvo lugar en 2014. En el Jamboree, en el Apolo y en el Bulevard se registraron actitudes racistas en el acceso a las salas. Al Jamboree, por ejemplo, solo pudo entrar la pareja de piel blanca. El Servicio de Atención y Denúncia (SAiD) de SOS Racisme a las personas que han sufrido alguna discriminación racista ha tramitado 21 denuncias desde 2014 contra locales de ocio en Catalunya. Un 15% del total de denuncias de racismo en 2016 tenía que ver con el acceso a discotecas, según el informe anual de SOS Racisme Catalunya.
“No estáis en la lista. No podéis pasar”
Volvamos adentro de la Fede, al momento en el que el equipo audiovisual ultima las grabaciones de las entrevistas. Es casi la una de la madrugada, buena hora para comenzar la acción. Antes apenas hay colas, y se hubiese notado mucho el teatrillo. Repaso final a indumentarias. Surge un problema con este tema en el equipo de piel marrón. Uno de sus integrantes se siente muy incómodo calzando zapatos en lugar de sus muy molonas zapas blancas. El problema es que los objetivos son muy susceptibles al calzado deportivo y tal detalle podría desvirtuar la acción. Pero en un giro argumental muy digno, el dueño de las zapas blancas dice:
–Si a mí me dicen que no por las zapatillas, a estos dos –señala a sus dos compañeros del equipo de piel marrón, que calzan un cómodo y resultón zapato negro– les tienen que dejar pasar, o al menos no les podrán poner la misma excusa.
Bien visto, salimos a la calle. La conversación sobre la indumentaria continúa entre el grupo de piel marrón, cuyos otros dos miembros también se han vestido con galas muy placenteras a la vista. Todo combinado, bien peinado, barbas perfiladas.
–Lo que sí que está guapo ponerse para salir de fiesta es una camiseta de terciopelo negro. Eso sí que es clásico, si no mira cuanto se paga por la camiseta negra de Kayne West –dice uno de los tres, el que lleva el flequillo mejor y más naturalmente definido.
Hay que rellenar el tiempo durante las esperas, durante las colas, denegando enésimas ofertas de latas de birra a un euro. Rondar un sábado por la noche por el centro de Barcelona, sin un gramo de alcohol en la sangre, agudiza la vista. Sorprende el nivel general de taja de la peña en la Plaça Reial, por ejemplo; el gato y el ratón al que juegan los pequeños camellos y lateros con los urbanos; o el frío que se te cala yendo sobrio, plantado en una cola, sin apenas moverte, contrastado con la alegre ligereza de ropa de aquellos y aquellas que ya cuentan su tercer o cuarto copazo.
–Estamos en la lista –le digo a la taquillera del Jamboree, con esa suficiencia de quien dice eso.
–¿Qué lista? –contesta ella, sonriente, con acento del cono sur.
–En la del evento de Facebook.
–Ah, sí. Bueno, pero esa lista es solo para entrar con descuentos o gratis, y solo hasta la una.
–Ah, uy, vaya. Qué cosas.
–Sí, chicos, lo siento mucho. Tenéis que pagar diez euros para entrar.
–En tal caso, mejor nos vamos.
La excusa cuela. No queríamos esa fiesta para nosotros.
Cuando salimos por la puerta del Jamboree, disimuladamente, veo que la pareja de piel negra está teniendo problemas para entrar. Llego a oír:
–No estáis en la lista. No podéis pasar.
La pareja de piel negra no entró al Jamboree ni ofreciendo pagar el precio de la entrada, más allá de listas. SOS Racisme ha remitido una queja a la Subdirección General de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas de la Generalitat de Catalunya, así como al mismo Jamboree, local al cual ha enviado una carta. En ella explican el caso de discriminación sufrido por los cinco chicos (tres del equipo de piel marrón y dos de la pareja de piel negra).
Tal y como informan desde SOS Racisme, el Ayuntamiento de Barcelona ha asumido las competencias de inspección y sanción de los establecimientos públicos pero el organismo de la administración al que se derivan estos casos –la Oficina por la No Discriminación– no tiene capacidad sancionadora. Una queja compartida por la Síndica de Greuges de la ciudad. Según explican desde SOS Racisme, les consta que el Ayuntamiento “está trabajando para dotar de herramientas al organismo y permitir que se penalice cuando sea necesario”.
Antes habíamos intentado entrar en el Bulevard, en la Rambla, nuestro primer objetivo. Sin problemas. Después del Jamboree, fuimos al Apolo, donde tampoco tendríamos problemas para entrar ninguna de las tres parejas. A Cheikh, sin embargo, el episodio del Jamboree le fastidió la noche y la sonrisa.
Edición a cargo de Yeray S. Iborra
Corrección a cargo de Helena Roura